Nos apartamos del grupo para tener una de esas conversaciones en las que, sin importar lo que se diga, el resultado siempre es el mismo. Es que cuando el click llega primero que los argumentos, como diría una buena amiga, el único enemigo del deseo es la consumación.
Luego de completar el ritual de desinformación entramos a la parte de clichés estilo “Contigo puedo hablar de cualquier cosa”. [Tengo que destacar que ese momento tiene un sabor como a fresa con nutella, si entienden a qué me refiero] Pero volviendo a la historia, fue en esa parte donde tuve un proyecto de epifanía: la gente, en su mayoría, no es tan selectiva como pensamos. Lo sé… no es la fórmula del pancake perfecto, aunque tiene su encanto.
Desde muy temprana edad nos acostumbramos a elaborar estrategias de seducción: ¿Qué debo decir? ¿Cómo debo actuar? ¿Qué tengo que hacer?… y con el tiempo, si tenemos algo de juicio, aprendemos qué nos funciona y qué no.
La realidad es más interesante que eso: Pocas personas son realmente selectivas; muchos simplemente están en el garabato por falta de gato. Es decir que, en ciertas situaciones, el éxito no dependerá de la estrategia que se adopte sino más bien de la falta de opciones del otro.
Para el que no distingue esto a tiempo, la sección de clichés puede ser letal por no entender que más que halagos vacíos, su único propósito es llenar un hueco. Es algo así como complacer el ego con comida chatarra… engorda y quita el hambre, pero no alimenta.
La historia no termina aquí… este post sí. Hasta mañana.