Ella había arrodillado a todo hombre en su camino. En lugar de sentirse desencantada por la facilidad con que lo hacía, disfrutaba de todos los placeres que conseguía a través de sus conquistas.
Sus armas: Belleza, cultura e inteligencia, mucha inteligencia. Entendía perfectamente la similitud entre la seducción y el tango, lo que la convertía en algo casi diabólico.
No jugaba a ser mala o buena como las demás porque comprendía que seleccionar un bando le restaría mercado.
Dominaba el acto de la retirada: Había aprendido que seducir es una obra de arte y retirarse a tiempo… una obra maestra.
Ignoraba una sola cosa…
que su nueva presa sabía todo eso.
Así nace esta historia.
Imagen: “Sunsetbody” – Javier Montero