Otra vez soñé con ella. Al principio no podía ver su rostro, pero esa presencia es única; por más que se oculte las mariposas en mi estómago siempre terminan delatándola. Esta vez hablaba sobre lo extraño de una primavera tardía. Miré por la ventana; una enorme cantidad de nieve arropaba todo lo que pudiera servir de referencia para saber exactamente dónde me encontraba. El sol parecía estar ocupado calentando algún lugar de mi infancia. Regresé a la habitación donde, aún sin encontrar nada que me resultara familiar, estaba lo más parecido a hogar que mi subconsciente conoce: ella. Sólo llevaba puesto un abrigo marrón, dejando el resto del cuerpo al aire como evidencia de una noche furtiva. Pude contar tres colillas de cigarrillo en un cenicero rojo ubicado encima de la mesa de noche junto a la cama; me recordaron lo divertida que era la vida cuando no tenía la intención de prolongarla más allá de lo necesario. Comenzamos a hablar sobre las bondades de un buen café para iniciar el día, mientras ella tomaba el suyo en una enorme taza amarilla que emanaba ese aroma con el que más de un poeta ha regresado a la realidad. El olor se fue haciendo cada vez más intenso, hasta que la alarma de mi cafetera hizo que la perdiera de vista.
ok… I’m back
Foto vía @Herz.eigen 😉