Esta historia no tiene nada que ver conmigo. En ella nadie se va a estudiar lejos; nadie se pierde en la personalidad de un recién conocido; nadie calcula más allá de la siguiente movida. Tampoco están los que necesitan saltar de un avión para ver de qué están hechos. No puede ser mía porque los personajes obedecen el orden universal de las cosas: para esta gente la única forma de crear legado, algo que sobreviva después de su partida, es reproducirse. Aunque no me identifique con ellos sé que compartimos el deseo de hacer lo que se nos venga en gana. Lo tienen ahí, reprimido, disfrazado de moral para que los demás no puedan juzgarlos sin quemarse los pies con el fuego de la ironía. Me doy cuenta por la manera de hablar: más preocupados por la forma que por el contenido. Si fuera una de mis historias algún personaje me explicaría cómo lidiar con los súbitos cambios de humor que presentan los protagonistas. Lo que un día los hace reír, al día siguiente es el peor de los insultos. Si fuera una de mis historias amor y costumbre no irían en la misma oración. Si fuera una de mis historias ella no tendría que morir para que valga la pena contarla.
Imagen vía: Sarah Joncas