Novio: Feliz de haber encontrado su media naranja. Novia: Triste por la distancia. Para ambos la lista de contactos se ha reducido a uno, Beb@. Textean con tanta alma que 24 horas no les alcanza para desahogar el deseo de un día; y el resto de la humanidad ahí, conspirando para interrumpirlos. ¡Qué quiere este ahora! ¡Estoy hablando con Beb@! Todo fue tan rápido. En ese viaje ella sólo buscaba contenido fresco para su facebook. No más causas perdidas, no más noches de copas con los mismos personajes interpretados por diferentes actores; quería sustituir temporalmente lo absurdo de su país por lo absurdo de otro, a ver si en la resta encontraba mejor razón para salir de vacaciones que regresar con más energía al trabajo. En la caja negra del último kamikaze que intentó acercarse a ella antes del “viaje familiar” se puede escuchar cuando dice: “¿Novio? ¿Yo? No, ahora mismo no quiero uno”. Pero se le quedó algo del otro lado del charco: un sueño, una película, una canción, un libro, una ciudad. “Si pudiera aparecer ahí ahora mismo”, “No me has mandado mi foto de hoy”, “I miss you”, “Infinito más uno”, “Tres metros sobre el cielo”, “¡MIL metros sobre el cielo!”, “Gané :)” Explotaron al máximo el pasaporte de la imaginación, ayudados por la omnipresencia que les brindaba la tecnología. Hasta que la realidad se aburrió de pajas mentales, levantó la mano y preguntó: “¿Cuál de los dos se va a mudar?”. Cambiaron los mensajes: “Pero es mi sueño”, “Pero es mi carrera”, “¿Qué voy a trabajar allá?”, “Contigo no hay forma de ganar”. Ninguno de los dos debió sufrir tanto por algo que nunca tuvieron realmente. Pero del otro lado del charco vivía lo que más necesitaban en ese momento: una esperanza.