Airpot unfinished business

Unfinished Business II

Cuando una canción de Enrique Iglesias te pone a pensar, es preocupante; cuando llegas a Romeo Santos ya hizo metástasis.

Algún tiempo atrás, en un aeropuerto cualquiera:
-Michelle: No conozco a nadie allá.
-Amigo: Te va a ir bien. No te imaginas lo feliz que estoy de que salgas y vivas en otro país… ¡se aprende bastante!
-Michelle: Yo sé, pero da como nervios.
-Amigo: Los comienzos son así… hasta que un día, sin darte cuenta, te encuentras dando direcciones a turistas que no sabes si están perdidos o simplemente enamorados.
-Michelle: Jeje […] Bueno, ya se me está haciendo tarde.

Llegaron sin proponérselo a un abrazo de selección múltiple: Beso en la mejilla, beso en la boca o awkward moment. No eran novios, no planeaban comenzar una relación a distancia y sabían que el futuro inmediato no estaba a su favor. Sólo se gustaban… mucho. Bandidos al fin, se dieron ese beso de aeropuerto en el que siempre se intercambia algo más que una promesa: El amigo le dió el dije de su cadena, Michelle le dejó su anillo.

Regresemos al presente.

El que dijo “los aeropuertos son testigo de besos más sinceros que las iglesias” no contaba con que Michelle pasaría por tantos. ¿Qué significaba el anillo entonces? Cualquiera en la posición del amigo lo vería como un trofeo, algo que guardas en alguna gaveta por ahí para que una futura novia te recuerde que esa persona existe. Para él sólo había una forma de verlo: como un rehén… una garantía de que, pase lo que pase, la vería al menos una vez más.