No era el tipo de mujer que canta “insensible a ti” en un karaoke night. Mejor dicho, era de las que no cantan nada… de las que se quedan ahí con una mirada distante, ocupada, como forzando la historia de su relación en la letra de la canción que interpreta la amiga menos sobria del grupo.
Cuando termina de cantar la amiga, se ve obligada a regresar a la realidad con actitud de “lo mío no es timidez”. Aplaude, se identifica con el resto del grupo, fluye. Sabe que él la está mirando. Sin conocerlo, sabe por qué. Sabe lo que viene luego de un par de tragos canciones.
José José en pantalla, él agarra un micrófono. Esta vez ella no se pierde en la letra… no, ahora puede estudiarlo sin pasar como interesada. –“¿Por qué le gusta José José? ¿Qué clase de ex novia tiene?”– piensa mientras revisa un whatsapp sin ningún mensaje por leer. Termina José José, él se acerca y le dice una línea parecida a -“Ese vaso no se va a llenar solo… ¿te ayudo?“- Ella sonríe. Acepta.
Tres meses después…
El grupo tiene una nueva cantante y falta el que siempre pide José José.