Para los amantes de la poesía, los que disfrutan de la mitología, los que gustan de la lectura con un toque filosófico, los que van más allá del amor… este libro es para ustedes.
Estaban las cosas ahí pero no existían.
Tener forma no era suficiente. Llevar
nombre cuando decidimos ser, es obligatorio.
Árbol, estrella, buitre, papel, son palabras
únicamente. Roble, Véspero, Nipur sin
embargo extienden, derraman esplendores.
Sobre germen y destino, un mar de objetos
anónimos esperaba ser, y no era suficiente
heredar tamaño y luz. Una avispa macho
aventaja así cualquier insecto, y tiene el tigre,
agitando su baile incisivo, mejor opción
que otra fiera renegada. Desde aquel año,
3,500 antes de Cristo, entran bueyes por
una puerta que ancha da al sur, y celebramos
ese alfabeto nacido para atajar el cuerno
empujando tu crueldad. Entrégame siete
nombres, y apasionado el cosmos será mi casa.
Decir Inés, Ánfora, Nipur excede la finalidad.
Recipiente, mujer, ciudad están ahí, en frente,
pero no existen. Llamar decididamente vaso,
senos, calles, extirpa la tendencia a limitar
y los desbordes, oh caudal mío, amplían y ningún
marco reduce un pecho anegado de libertad.
Derretidos términos concatenan tus frases
y tu verbo duro apuntando, como pezón
adolescente, dispara lejos nuestra abundancia.
El nombre, semilla del abecedario, fecunda
a quien designa. Numeroso el parto viene después.
Alta presencia en Nipur